martes, 16 de octubre de 2012

CONTRATOS A DEDO CONTRA EMPLEO PÚBLICO


Tradicionalmente las Administraciones han prestado servicios con sus propios empleados contratados a través de la Oferta de Empleo Público, procedimiento abierto a todos los ciudadanos y asignando plazas a través de procesos selectivos en base a los principios de igualdad, mérito y capacidad que marca el ordenamiento jurídico. Este procedimiento ha generado empleo estable, con salarios dignos (sin pasarse) y con un cierto respeto por los derechos laborales regulados.

Con la explosión de la burbuja inmobiliaria las empresas constructoras han estimado diversificar sus actividades al margen del ladrillo, con la creación de empresas dependientes que se dediquen a otras actividades, generadoras de ingresos mantenidos en el tiempo a diferencia de la construcción, con final de actuación en todos los casos. Ninguna obra es eterna aunque a veces lo parezca.

El filón encontrado por los especuladores del ladrillo está en la prestación de servicios de baja cualificación, como son las labores de limpieza, vigilancia y conserjería. Con una bolsa interminable de parados, dispuestos a trabajar a cualquier precio, salario mínimo e incluso por debajo, a veces legal, a veces en negro, las constructoras (y otros “espabilaos” que ven el nicho de negocio a costa de la situación) se lanzan a la creación de empresas prestadoras de estos servicios.

Creadas estas empresas toca buscar clientes para el negocio ¿A dónde recurrir? a los viejos amigos de las Administraciones públicas, con quienes compartieron días de vino y rosas a costa de las recalificaciones de terrenos y asignación de obras durante la gloriosa época del ladrillo fácil.

La raquítica voluntad recaudatoria de las Administraciones hacia los más ricos y la voluntad de “hacer más y mejor” que el partido anterior en el poder, conduce a un crecimiento del gasto por encima de ingresos que lleva a “abaratar costes” en la prestación del servicio público.

La solución magistral: saltarse a la torera la prestación del servicio por los empleados públicos para dar paso a la privatización de servicios, puestos en manos de los viejos amigos del ladrillo (y “espabilaos” que se aprovechan de la situación) con un esfuerzo mínimo: ir a la bolsa de paro y rellenar huecos en la administración, ya sin acceso a toda la ciudadanía y quedando en manos del empresario de turno

Ya con la potestad de contratación fuera del ámbito público, sin control de ningún tipo, el empresario contratará a su libre albedrío, con salarios más bajos (él se lleva su parte, faltaría más) y con escasa regulación de esos empleos, escasas funciones definidas y con derechos al mínimo o inexistentes.

Ante este escenario desregulatorio, el pago de favores con contrataciones empresariales a dedo entre quienes “sugieren” los responsables políticos otorgantes de esas concesiones tiene vía libre. La mesa de la corrupción esta servida ¿dispuestos a sentarse?